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El Espirituano

Ciencia con nombre de mujer

Ciencia con nombre de mujer

A lo largo de la historia universal muchas mujeres científicas fueron subestimadas y, a veces, silenciadas. Esa situación persiste en algunos lugares del mundo, pero no en Cuba, donde muchas féminas se consagran a la ciencia, sobreponiéndose a los rigores cotidianos e incluso, a los desafíos de la maternidad.

A la historia de la ciencia no le faltan mujeres ilustres. Sólo tres nombres bastan para demostrarlo: Marie Curie, investigadora de la radiactividad y ganadora de dos Premios Nobel; Rosalind Franklin, biofísica crucial para el conocimiento del ADN e Hipatia, Filósofa neoplatónica destacada en matemáticas y astronomía.

Si usted considera que son pocas, sumamos a la relación otras damas con grandes aportaciones a la humanidad. Son ellas Jocelyn Bell Burnell, astrofísica descubridora de la primera radioseñal de pulsar; Ada Lovelace, pionera en programación informática; Lise Meitner, física descubridora del protactinio; Dorothy Crowfoot Hodgkin, química pionera en la aplicación de rayos X a la bioquímica; Sophie Germain, matemática francesa destacada en su aporte a la teoría de números, y Rachel Carson, figura clave en ecología y la generación de conciencia ambiental.

Sin embargo, aunque a ellas no les faltó el reconocimiento, lo cierto es que durante siglos las mujeres fueron infravaloradas y se dificultó su acceso a la investigación científica.

Hace apenas cien años, la mujer no podía acceder a la universidad en muchos países y hoy todavía llega a puestos de responsabilidad en al ámbito científico en una proporción muy inferior a la de los hombres.

En la mayor parte del planeta las mujeres están menos representadas en la ciencia y la tecnología por dos razones fundamentales: las limitaciones de las niñas para acceder a la educación y luego su mayor responsabilidad en el cuidado de los hijos, el hogar y las personas mayores de la familia. Al dejar su labor de investigación o docencia, la vuelta al trabajo se convierte en una difícil tarea, además de la pérdida de conocimientos acerca de las últimas tecnologías y avances.

De cualquier forma, difícilmente exista hoy una institución científica sin mujeres, y Cuba es un buen ejemplo de cómo puede abrírseles las puertas en las diferentes ramas de la ciencia.

TALENTO FEMENINO EN LA BIOTECNOLOGÍA

En el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Sancti Spíritus la presencia de las mujeres es mayoritaria. Pero, con los rigores y responsabilidades que les impone la cotidianidad, ¿pueden ellas consagrarse a la ciencia tanto como los hombres?

“Se nos tiene en cuenta para cualquier proyecto de investigación y nos toca hacer lo mismo que a los hombres, sin importar la hora”, asevera la Máster en Ciencias Maylín Pérez, investigadora de la institución espirituana, quien tiene en su haber varios premios y publicaciones en revistas científicas.

“Las aportaciones realizadas por las mujeres de este centro no están por debajo de las de los hombres”, apunta Lídice Peraza, especialista del Grupo de Calidad.

Mientras Maylín investiga para obtener variedades de arroz más resistentes a enfermedades, Lídice trabaja en el diseño e implementación del Sistema de Gestión de la Calidad según las Normas ISO 9001, del 2008, que tendrá alcance en la fabricación de diagnosticadores y reactivos biológicos. Son labores de las que apenas pueden desprenderse.

“Es inevitable que el laboratorio vaya para la casa”, dice sonriente Maylín. “En la casa, a pesar de estar en la cocina o realizando cualquier otra tarea, a veces me quedo conectada con la investigación, pensando en alguna solución para un problema”.

Algo similar le sucede a Lídice. “Casi siempre es en mi casa donde defino las cuestiones de trabajo más importantes, porque en el laboratorio la vorágine de trabajo es tal que no siempre logro concentrarme. Entonces lo hago tarde en la noche, cuando mi hijo duerme”.

Y es que el mayor desafío de una científica suele ser conciliar su vida laboral con la familiar, y en particular, con la maternidad. Maylín y Lídice parecen salir airosas.

“No es fácil, hay que saber repartir el tiempo”, explica Maylín. “A los hijos, si queremos que sean personas de bien, tenemos que dedicarle tiempo y yo lo hago con gusto porque deseé mucho a mis hijas, que son hoy el bálsamo de mi vida.

“Yo no me siento limitada por ser madre”, asegura Lídice. “No creo que se afecte mi capacidad de pensar y generar proyectos, eso sí, tengo menos tiempo disponible para el trabajo en casa, lo que me obliga a ser más creativa”.

Pero ni Maylín ni Lídice tendrían sus resultados de trabajo sin el apoyo familiar.

“Tengo una familia muy unida y mi esposo no sólo me ayuda, él comparte conmigo las tareas del hogar, refiere Maylín. “Cuando voy a un evento científico mi esposo es capaz de atender a mis hijas como si fuera yo, pues él las baña, las viste, les ayuda a cumplir los deberes escolares, les lee siempre un cuento a la hora de dormir…”

En el caso de Lídice, su esposo es, nada más y nada menos que un compañero de trabajo. “Imagínate, su trabajo requiere tanta consagración como el mío, al punto de que recientemente trabajamos 36 horas sin descanso, y fue necesario acudir a mi madre para el cuidado de nuestro hijo.”

Con el talento de trabajadoras de la ciencia como Maylín Pérez y Lídice Peraza, se ha afianzado el prestigio del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Sancti Spíritus. En esa institución, a diferencia de lo que aún ocurre en algunos lugares del mundo, no se subestima ni se obvia a las mujeres.

“La mano de la mujer en el trabajo de la ciencia, y en particular en un centro como este, donde la cultura del detalle tiene su particular aporte, es extremadamente necesaria”, señala el Doctor en Ciencias Julio Alfonso Rubí, Director del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Sancti Spíritus.

“El 53 por ciento de nuestros trabajadores son mujeres, muchas de ellas jóvenes y que han asumido compromisos con la familia, pero que optimizan muy bien su tiempo y aportan lo que realmente necesita la institución”, recalca Alfonso.

No le faltan a la ciencia espirituana mujeres abnegadas y emprendedoras como Maylín Pérez y Lídice Peraza, quienes confiesan recibir con beneplácito cada nuevo proyecto que les dé la oportunidad de aprender y contribuir al bien de su nación.

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