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El Espirituano

El Valle de los Ingenios, maravilla que debe ser conservada

El Valle de los Ingenios, maravilla que debe ser conservada

El Valle de los Ingenios, próximo a la ciudad espirituana de Trinidad, es un escenario único por sus valores paisajísticos, arqueológicos, históricos y culturales.      Tras el cese de la producción azucarera, allí se realizan acciones dirigidas a la recuperación y desarrollo integral de esa zona rural, que en 1988 fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

Con sus más de 43 metros de altura y una ligera inclinación, la torre de Manaca-Iznaga es hoy el principal símbolo iconográfico del Valle de los Ingenios, declarado por la UNESCO, junto a la ciudad de Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad.

La edificación, que algunos han llegado a comparar con la torre de Pisa, permanece aún allí, como muestra de la grandeza de la que fuera en el siglo XIX una de las regiones de mayor auge de la industria azucarera en Cuba y el mundo.

Entonces el artista europeo Eduardo Laplante captó para siempre la cotidianidad de varias de las fábricas de azúcar que sustentaron el florecimiento económico y sociocultural de la ciudad de Trinidad, situada al sur de la actual provincia de Sancti Spíritus, en el centro de Cuba.

Laplante dejó imágenes, por ejemplo, de los ingenios Güinía, entonces propiedad de Don Justo G. Cantero y del ingenio Manaca, que en el momento en que lo visitó el artista francés pertenecía a la Señora Doña J. Hernández de Iznaga.

Ambas obras, posteriores a 1850, atestiguan la intensa actividad productiva del Valle de los Ingenios, región que ya en el año 1800 contaba con unos 12 000 esclavos.

En 1827, según el Cuadro Estadístico de Vives…, había 57 fábricas de azúcar en el Valle, las cuales producían 641 000 arrobas de ese producto, con una masa total de esclavos de 11 697.

Un estudio realizado por Roger Arrazcaeta Delgado y otros investigadores, apunta que esa es “la cifra más alta que se ha registrado en cuanto a cantidad de ingenios y esclavos en toda la historia del Valle.  En esta misma fecha, el ingenio Guáimaro realiza la zafra azucarera más grande de su tiempo en el mundo:   82 000 arrobas de azúcar mascabada y prensada”.

En su artículo Valle de los Ingenios.   Excepcional patrimonio industrial de Cuba, la misma fuente refiere que “en 1846 se realiza la mayor producción de azúcar del Valle de los Ingenios, con 669 192 arrobas de blanca y quebrada, 37 000 de mascabado y raspadura y 11 722 bocoyes de miel, convirtiéndose Trinidad en el cuarto lugar de importancia económica de Cuba”.

A mediados del siglo XIX comenzó la decadencia de la producción azucarera en el valle, como consecuencia de la crisis económica, el agotamiento de las tierras fértiles, la competencia de la producción de azúcar de remolacha en Europa y el comienzo de la primera guerra de independencia de Cuba, factores que se conjugaron para poner fin a una época de prosperidad económica y cultural.

                        PATRIMONIO MONUMENTAL A  CIELO ABIERTO

De la grandeza de antaño quedan evidencias por doquier en el Valle de los Ingenios.    Más de 70 sitios arqueológicos de gran valor, ubicados en los bateyes azucareros surgidos durante la etapa de la plantación esclavista, existen hoy en esa extensa planicie de 250 kilómetros.

Aún asombran varias casas haciendas, como las de los antiguos ingenios Manaca, Buena Vista y Guáimaro, la de este último con sus pinturas murales del siglo XIX.      Son grandes casonas, a las que no les faltaron materiales y objetos traídos de Europa, señal del poderío económico de las familias que dominaban la actividad azucarera en el centro-sur de la isla.

Para ilustrar la opulencia de las mansiones del valle, baste citar la descripción hecha por Justo Germán Cantero en el libro Los ingenios, que tiene los grabados de Eduardo Laplante, acerca de la casa hacienda del ingenio Buena Vista, que aún se mantiene en pie.

“Dicha casa de vivienda, quizá una de las más elegantes de la isla,... ocupa la parte más elevada de un terreno elevado, construida de gruesa mampostería, tiene espaciosas habitaciones, cuartos para la servidumbre y un salón de recreo, exteriormente está rodeada de jardines circulares escalonados formando anfiteatro y por tubos de agua para el riego que suministra una bomba [...}”

El sitio mejor conservado, y a la vez el que mayor atención ha recibido, es el del antiguo ingenio Manaca, donde se restauró la casa de vivienda (hoy un restaurante de comidas tradicionales) y su torre-campanario entre los años 1987 y 1990.

En la actual comunidad de Manaca Iznaga también se conservan la nave herrería y la enfermería, construcciones de grandes dimensiones, y el caserío de esclavos, formado por casas independientes, cuya tipología arquitectónica es única en Cuba.

Y si de sistemas industriales se trata, es en San Isidro de los Destiladores donde se puede apreciar mejor la tecnología utilizada para fabricar azúcar.    Allí se encontró el tren jamaiquino que, al decir del historiador Julio Le Riverand, es “la expresión típica de la revolución industrial en los ingenios azucareros” y consiste en un  sistema de cinco calderas sometidas al fuego de un horno único.

En el sitio también es posible apreciar gran parte de la casa hacienda, la torre campanario, el pozo artesano, la represa con los canales del sistema hidráulico, el aljibe y restos de los barracones de esclavos, la enfermería y la destilería.

Cada año arqueólogos de todo el país realizan excavaciones en las ruinas de San Isidro de los Destiladeros, que han permitido tener una idea más acabada de las dimensiones y características de cada estructura del ingenio, y comprender mejor el modo de vida, tanto de la sacarocracia como de los esclavos sobre los que recaían los rigores de la producción cañero-azucarera.

Según la Oficina del Conservador de la ciudad de Trinidad y del Valle de los Ingenios, dentro de los valores sociales del la región sobresale la existencia de varios poblados surgidos en el siglo XIX, como los actuales de Manaca Iznaga, Caracusey, Condado y San Pedro, este último el más importante exponente de la arquitectura vernácula, pues posee un conjunto de viviendas construidas con la técnica del “embarrado” y sus pobladores mantienen su modo de vida tradicional.

                              POR LA CONSERVACIÓN Y EL DESARROLLO

Con el reordenamiento de la industria azucarera cubana, en el año 2004 dejó de operar el FNTA, único central azucarero que quedaba activo en el Valle de los Ingenios.      Lo que pocos imaginaron es que después desaparecería el cultivo de la caña, cuyas plantaciones habían sido el sello distintivo del paisaje en la región.

La sucesión de eventos meteorólogos que ocasionaron pérdidas y el deterioro en varios sitios arqueológicos e industriales, la disminución de las fábricas de tejas y ladrillos, y los daños sufridos por las viviendas en los poblados de arquitectura vernácula, fueron otros factores que condujeron a una degradación paulatina del principal valle espirituano.

A pesar de las limitaciones económicas, la dirección del país aprobó en marzo de 2008 un Plan de Recuperación y Desarrollo Integral del Valle de los Ingenios, proyecto rectorado por el Ministerio de Turismo y que involucra, además, a numerosos organismos e instituciones de Sancti Spíritus.

“El objetivo fundamental es lograr un adecuado equilibrio entre la conservación del patrimonio, las necesidades de los pobladores y los beneficios económicos”, sostiene Norberto Carpio, director de la Oficina del Conservador de la ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios.

Según Carpio, el plan prevé la recuperación paulatina de los inmuebles deteriorados, incluidas las 13 casas-haciendas del valle, y la intervención en más de una decena de sitios arqueológicos.   

La casona de Manaca Iznaga recibirá labores de mantenimiento, en tanto se han iniciado trabajos para frenar el deterioro en los inmuebles de Algaba, Las Bocas y Guachinango.     Paralelamente se adelantan los proyectos para la rehabilitación de una de las casas-haciendas emblemáticas del valle:   la del antiguo ingenio Buena Vista.

Actualmente se emplean técnicas y materiales tradicionales en el antiguo caserío de esclavos de Manaca Iznaga, con el fin de devolverle la imagen original a sus construcciones y favorecer a los habitantes actuales, cuyas condiciones de vida han mejorado considerablemente.

En San Isidro de los Destiladeros continúan las labores de arqueología, con la pretensión de que se convierta en un museo a cielo abierto, dedicado a la temática de la industria azucarera y sus sistemas de producción.

“Otra de las acciones que hemos emprendido en los poblados del valle es la sustitución de cubiertas de zinc por tejas de barro, que armonizan con el contexto, empeño que contempla la recuperación de la producción de tejas”, apunta Blanca María Pérez, Directora Técnica de la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios.    

El programa comprende también el rescate de las plantaciones cañeras (se han sembrado ya más de 500 hectáreas) y la eliminación de plantas invasoras como el marabú, el fomento de otras actividades agrícolas y la reforestación, y el mejoramiento de las infraestructuras vial y ferroviaria.    No menos importante es la conservación de los oficios y tradiciones en los poblados del valle.   Elementos todos que seguirán estando en función del desarrollo turístico.

“El visitante, además de encontrar un paisaje natural excepcional, podrá interactuar con sitios de alto valor arquitectónico y encontrar centros de interpretación que le permitirán tener una lectura de la industria azucarera en el Valle de los Ingenios durante diferentes épocas”, explica Norberto Carpio, quien agrega que, en la medida en se rescaten los sitios, serán incorporados a los circuitos turísticos.

Historia, naturaleza, arquitectura, cultura y sociedad.    Ingredientes que continúan cautivando a visitantes de todas las latitudes.    Sólo falta seguir afianzando ese programa de recuperación y desarrollo integral, dirigido a que el Valle de los Ingenios reconquiste su esplendor y conserve los valores por los que fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.

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