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El Espirituano

Mucha cubanía en La Canchánchara

Mucha cubanía en La Canchánchara

La ciudad de Trinidad, declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, tiene un sinnúmero de lugares que atraen a turistas de todo el mundo.      Uno de ellos se distingue por su cubanía y ambiente acogedor:    la taberna La Canchánchara.

     Cada día la ciudad de Trinidad es recorrida por grupos de turistas procedentes de distintas partes del mundo, y difícilmente alguno de ellos se marche sin visitar La Canchánchara, una de las tabernas emblemáticas no sólo de la sureña urbe de provincia de Sancti Spíritus, sino también de Cuba.

     “La Canchánchara es, posiblemente, tan conocida como El Floridita de La Habana”, dice el administrador Guillermo Rondón.

     Tenga la razón o no, lo cierto es que la taberna está incluida, desde hace mucho tiempo, en cuanto itinerario turístico roza a la ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios, declarados por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.

     Y es que la Canchánchara, ubicada a pocos metros de la Plaza Mayor, en el corazón de tercera villa fundada por los españoles en Cuba, tiene tres focos de atracción:    su ambiente tranquilo y acogedor, la arquitectura del inmueble y la cultura trinitaria.     Pero todo ello pudiera resumirse en una sola palabra:    cubanía.    Mucha cubanía.

     En la propia entrada el tabaquero Jorge Rodríguez elabora, ante la vista de todos, habanos de todos los tamaños posibles, y parece que nunca le faltan clientes o curiosos asombrados por su destreza en el manejo de la hojas.

     Próxima a la mesa del torcedor de puros se encuentra una pequeña tienda que oferta disímiles souvenirs, para que el visitante los lleve consigo y recuerde, por siempre, que anduvo por una de las urbes más antiguas de América.

     Los turistas suelen detenerse a contemplar la antigua casona, erigida a finales del siglo XVII.    Cuentan los historiadores que el acaudalado Nicolás Pablo Vélez compró el derecho sobre el terreno y construyó el inmueble, que tuvo en su parte central una capilla familiar.    

     Se conoce que en el año 1736 laboraban en la casona más de una decena de esclavos que se dedicaban al trabajo doméstico.    Con el transcurso de los años la vivienda pasó de familia en familia, hasta que en 1984, con el consentimiento de los inquilinos, se convirtió en la Casa de las Infusiones, y diez años más tarde pasó a ser La Canchánchara.

     Precisamente el cóctel al que debe su nombre es lo que más atrae a los turistas que llegan hasta la taberna.    Se trata de una bebida criolla, que no se sirve en jícara, como en otros siglos, pero sí en una vasija de barro, que armoniza con el trago.

     Los ingredientes de la canchánchara son aguardiente, miel de abejas, jugo de limón, hielo y agua.    La misma bebida que en el siglo XIX ayudaba a los mambises cubanos que luchaban contra los colonizadores españoles a soportar el frío en los campos y a protegerse de enfermedades respiratorias.

     Y para disfrutar a plenitud un trago tan especial, en la taberna trinitaria no falta la música cubana.

     “El turista puede encontrar aquí una variada oferta cultural, que incluye espectáculos con solistas y agrupaciones de Trinidad que cultivan la música cubana y, en particular, la de este terruño”, refiere Guillermo Rondón, y agrega que uno de los momentos más esperados del día es la presentación de Alberto Pablo, un verdadero maestro de las tumbadoras.

     La Canchánchara, perteneciente al Grupo Extrahotelero Palmares, permanece abierta las 24 horas del día.     Todo parece indicar que, por su autenticidad y buen servicio, seguirá siendo un punto obligado en el recorrido de quienes visitan la ciudad de Trinidad, la misma que dentro de un par de años celebrará los primeros cinco siglos de su fundación.

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