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El Espirituano

Los amores de Carlitos

Los amores de Carlitos Carlos Reyes Quesada es uno de los pocos niños cubanos que viven con un marcapasos. Hoy recibe, como cualquier ciudadano de la isla, atención médica especializada completamente gratuita, y una maestra le imparte clases en su propio hogar.


“Desde que Carlitos nació mi mamá le notó una respiración que no era normal. Ella me decía: Carmen, debería verlo un cardiólogo, porque yo tuve cinco hijos y ninguno respiró como lo hace Carlitos”.

La espirituana Carmen Quesada no olvida ningún detalle de los días que definieron la vida de su único hijo. El pequeño había nacido con Síndrome de Down, pero esa no parecía ser la única anomalía. Lo confirmó un electrocardiograma.

“Se diagnosticó que Carlitos era portador de una cardiopatía congénita, conocida como CIV. Es una comunicación interventricular consistente en pasos de sangre del corazón, de manera anormal, del ventrículo izquierdo al derecho”, explica el doctor Raúl Medina, cardiólogo del Hospital Pediátrico de la ciudad de Sancti Spíritus.

Comenzó así una larga lucha por salvar al niño y, poco a poco, se sumaron, al de su madre, otros amores en la vida de Carlitos.

A CORAZÓN ABIERTO

Muchas veces viajó Carmen Quesada con su hijo a la capital del país, y muchas fueron también las consultas y atenciones que recibiría Carlitos en el Hospital William Soler, de la capital cubana.

El cinco de diciembre de 2002, cuando el niño tenía dos años, fue sometido a su primera operación a corazón abierto.

“Cuando fuimos a recoger el parte médico el cirujano nos comunicó que Carlitos había presentado un pequeño problema”, recuerda Carmen, y, como le sucediera en aquel momento, ahora también las palabras se resisten a salir de su boca. “El médico me dijo que Carlitos había hecho un bloqueo completo y habían tenido que ponerle un marcapasos”.

“Él necesitaba un marcapasos para vivir”, asegura el doctor Medina. “Gracias al desarrollo de la ciencia cubana y la efectividad del Programa Nacional de Atención al Niño Cardiópata, Carlitos recibió todos los cuidados necesarios, y se le implantó un marcapasos, que es un dispositivo costoso y a veces difícil de adquirir, como consecuencia del férreo bloqueo al que es sometido nuestro país por el gobierno de Estados Unidos”.

Tres años después, Carlitos sufrió un fallo de su marcapasos, fue nuevamente operado en la capital del país, se le implantó otro dispositivo y la pericia de los galenos le mantuvo con vida.

Su salvación no fue un hecho casual. El doctor Naranjan S. Dahlla, director de la Academia Internacional de Ciencias Cardiovasculares, con sede en Canadá, ha elogiado el desarrollo alcanzado en esta especialidad por Cuba, que redujo la mortalidad infantil por cardiopatías congénitas de 3,5 por 1 000 recién nacidos vivos, en 1980, a 0,5, en el año 2005.

“Ahora llevamos un estricto seguimiento médico para garantizar la salud de Carlitos”, explica Raúl Medina, mientras realiza un ultrasonido al niño en una de sus consultas periódicas. “Nos mantenemos trabajando en coordinación con los profesores del Hospital William Soler, de Ciudad de la Habana, y con los especialistas del Cardiocentro de Villa Clara, no sólo para valorar el caso de Carlitos, sino también el de otros pacientes con diversas patologías, que han requerido procederes invasivos”.

Carmen Quesada no escatima palabras de elogio para tantos médicos y enfermeras que han luchado por salvar a Carlitos en los últimos años. Pero tal vez el mayor amor del niño lo ha recibido el doctor Medina, a quien el pequeño llama “tío”.

“He estado en todos sus momentos difíciles”, asevera el cardiólogo espirituano. “Para su mamá es una suerte y una felicidad que yo vea a Carlitos periódicamente y esté junto a él en cualquier situación de urgencia. Para mí, que soy pediatra de base, dedicado a la cardiología desde hace siete años, haberlos ayudado me ha hecho crecer como ser humano y como profesional de la medicina”.

UN AULA SINGULAR

En su propio hogar Carlos Reyes Quesada recibe cada día la visita de una maestra ambulante. En el pequeño comedor, junto a la bandera cubana, el escudo de la nación y un busto de José Martí, el pequeño se adentra en el mundo del conocimiento.

“Carlitos es un niño que requiere de atención ambulatoria y por eso se preparan todas las condiciones en su hogar para que reciba clases y realice otras actividades, de la misma forma en que lo hace un alumno en otra institución”, explica Naida del Carmen Ramos, la maestra. “Él tiene un programa de estudios que debemos seguir y que incluye nociones de la matemáticas y la lengua materna”.

Los avances de Carlitos son innegables. A sus siete años, y a pesar de ser tener el Síndrome de Down, ya puede identificar figuras y colores, conoce varios animales y sus sonidos onomatopéyicos, y también es capaz de reconocer los símbolos patrios y a figuras relevantes de la historia de Cuba.

“Le gusta mucho aprender y se ha ganado todo mi cariño”, afirma Naida. “Cuando él vence una dificultad se entusiasma mucho y así me entusiasmo yo. Y digo que esto también es salvarlo e irlo desarrollando para el futuro. El médico luchó por que él se mantuviera entre nosotros, y a mí sencillamente me corresponde tratar de darle la preparación indispensable para la vida”.

Carmen Quesada es una madre profundamente agradecida. Cuando juega con Carlitos, le lee un cuento, o lo lleva a lugares donde el niño siempre conquista el corazón de los demás, ella siente que, a pesar del infortunio, ha sido una suerte vivir en Cuba, donde tantas personas le han tendido la mano.

“Pienso que lo que sucede aquí en Cuba no tiene igual en el mundo. Lo que Fidel ha hecho por niños como Carlitos es lo mejor. Viviré eternamente agradecida”, concluye Carmen, segura de que a su hijo le seguirán naciendo, cada día, nuevos amores.

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