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El Espirituano

El trabajo lo resuelve todo

El trabajo lo resuelve todo

La ceba de toros estabulados se extiende en todo el país, con el fin de elevar la producción de carne vacuna y sustituir importaciones. En el municipio espirituano de Yaguajay un carismático campesino y sus dos hijos demuestran la validez de esa experiencia.

“El trabajo lo resuelve todo. Trabajando, aunque tengas el mínimo de recursos, si los aprovechas bien, obtienes lo que deseas”.

La filosofía de vida de Andrónico Pulido rige el nuevo proyecto de su familia:    la ceba de toros estabulados en un pedazo de tierra que él y sus hijos recibieron en usufructo.

“Tenemos que utilizar los recursos naturales y proteger el medio ambiente”, asevera Andrónico.

Y nadie más consecuente con sus preceptos que este carismático campesino de la Cooperativa de Créditos y Servicios Isidro Piñero, del municipio de Yaguajay.    En su finca tiene cercas de madera, deposita el alimento de los animales en canoas confeccionadas con tablas de palma y utiliza un molino de viento para garantizar el agua del ganado.

Como el resto de los cebadores de toros de Sancti Spíritus, Andrónico y sus hijos Anel e Hirán siembran caña, king grass, sacate y otras plantas para la alimentación de sus animales.    Sin embargo, en la zona donde viven, los Pulido son pioneros en el uso de la paja residual de la cosecha de frijol, para saciar el apetito de sus toros.

“La paja del frijol tiene un alto contenido de proteínas.    Con ese alimento, el forraje verde y un poco de pienso, logramos que los animales aumenten, como promedio, unos 800 gramos diarios cada uno”, apunta Anel.

Más de 500 productores de Sancti Spíritus se han incorporado a la ceba de toros, con resultados muy alentadores.    No obstante, no es común ver en la provincia cebaderos como el de los Pulido de Yaguajay, donde permanecen toros en distintas etapas de desarrollo.

“Tratamos de generar los animales para la ceba en nuestra propia finca”, acota Hirán.   “Los terneros que reemplazarán a los toros de ceba ya reciben pienso y forraje molido, y a la misma vez les suministramos alimento suficiente a un grupo de añojos y toretes.”

La unión parece ser la clave para que en los predios de Andrónico Pulido, antiguo relojero, todo funcione con exactitud.

“Aquí cada cual sabe lo que tiene que hacer en cada jornada, nadie tiene que preguntarle al otro y no hay jefe”, sonríe Hirán.   “Todos trabajamos por igual y casi sin vacaciones; de domingo a domingo nos levantamos a las cuatro de la madrugada y tenemos que apurarnos si queremos ver el noticiero de televisión de las ocho de la noche”.

Andrónico recuerda cómo sus amigos siempre le decían que no “apretara” mucho a sus hijos, pues tanta exigencia podría quitarles el entusiasmo por el trabajo.

“Resulta que ahora son ellos los que me empujan a mí.   A veces tengo que decirles:  vamos a aguantar, vamos a aguantar”.

El pasado año la familia entregó 50 toros con más de 460 kilogramos de peso cada uno, pero los hijos de Andrónico no están conformes.

“Yo quiero cebar cien toros este año”, dice Anel mirando de reojo a su padre.     “Si cuando no tenía experiencia logramos entregar 50, creo que ahora podemos doblar ese número, ¿qué tú crees?”

 

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