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El Espirituano

Hijo del Barro

Hijo del Barro El prominente artista de la plástica Félix Madrigal revela sus motivaciones artísticas y los principios que rigen su labor como escultor, pintor y muralista. A Madrigal se le ha reconocido en los últimos años por las estatuas que inmortalizan a personajes populares de la ciudad de Sancti Spíritus.



Tiene en sus manos el poder de la eternidad. Cuando moldea el barro revive a aquellos personajes que hace muchos años dejaron de existir o le ofrece la inmortalidad a los seres de hoy.

Con persistencia e inusual destreza, Félix Madrigal Echemendía convierte su ciudad en una galería a cielo abierto. Cuando menos el transeúnte lo espera, encuentra en el camino sus estatuas de espirituanos queridos: Serapio, Francisquito, Fernández Morera, Teofilito, Miguel Companioni…

Pero Madrigal no es sólo escultor. También se le reconoce como pintor, ceramista, fotógrafo y muralista. Sus obras se han exhibido en numerosas exposiciones personales y colectivas. Tiene en su haber más de una veintena de premios y menciones en salones de Artes Plásticas. Piezas suyas permanecen emplazadas en distintas partes de Cuba, y se han comercializado en varios países de América y Europa.

¿Cuándo empezó a crear?

A pesar de que en mi familia nunca existió una persona con inclinaciones por el arte, sí tuve la posibilidad de que mi tío trabajaba en un tejar de alfarería donde se hacía material cerámico para la construcción. Yo recuerdo que estaba en la escuela primaria e iba a jugar con el barro. Así empecé a hacer mis primeras figuras, surgieron animales y luego empecé a trabajar la figura humana en una forma muy primitiva. También me destacaba haciendo dibujos y mis maestros me estimulaban. En la Casa de la Cultura de Sancti Spíritus tuve a Osvaldo Mursulí de profesor, y él fue quien me inclinó a hacer esculturas.

¿Cuánto de artista tenía dentro y qué le aportaron las escuelas?

Yo estaba convencido de que mi gran vocación era ser artista, pero fue en la Escuela de Arte Olga Alonso, de la provincia de Villa Clara, donde me puse en contacto con los maestros, me enseñaron la técnica, aprendí a dibujar del natural, a modelar con un rigor técnico y me puse en contacto con la historia del arte, que me fascinó, y aprendí a querer y a admirar a los grandes maestros de la cultura y el arte universales.

Usted hace esculturas monumentarias, murales, pinturas, fotografías, piezas de cerámica… ¿Qué motiva esa versatilidad?

Considero que un artista no debe ponerse frenos. Yo siempre he querido expresarme y para ello busco el soporte que me sea más idóneo. No tengo preferencias. Lo mismo trabajo el cemento, que el metal, la cerámica o me pongo a pintar. Cuando hago una escultura tras otra necesito tomar un aire y entonces me gusta pintar o hacer fotos.

¿A pesar de ser diferentes los soportes, que tiene en común toda su obra?

Cuando hago una estatua, me acojo al rigor de la figura tradicional, académica, y debo ceñirme a los patrones establecidos. Pero en las demás manifestaciones hay una constante en todo mi trabajo. Por ejemplo, la ciudad, la manera de hacer las personas, el color, la línea… Yo utilizo todos los elementos propios de la composición para repetirlos en mi obra. Siempre trato de utilizar los mismos códigos.

¿Qué distingue sus murales de otras propuestas?

Sancti Spíritus es conocida como “la ciudad de los murales” y una de las formas más peculiares de representarlos es utilizando los materiales cerámicos de la construcción. Yo también lo hago, pero los elaboro de una forma muy personal. Además, utilizo el recurso de la escultura. Mis murales no tienen sólo figuras planas; en ellos aparecen esculturas volumétricas, le incorporo retratos de figuras humanas, utilizo todo lo que creo que desde el punto de vista volumétrico me le da fuerza al mural.

¿Por qué se hizo escultor?

Cuando estudiaba comprobé que tenía más posibilidades de expresarme con el volumen que con el color. Se decía entonces que los escultores no ven color, sino volumen. Y era cierto. Las pinturas que hacía eran apagadas, mientras que el volumen lograba expresarlo con mayor rapidez.

Sin embargo, sus cuadros actuales con muy coloridos…

Puedo decir que al cabo de mucho tiempo de estar haciendo esculturas un día tomé un lienzo, pasé trabajo, me había endurecido, pero poco a poco fui logrando mezclar y matizar los colores y ahora sucede todo lo contrario, ahora pongo más colores de los que hay que poner. Dicen algunos que mis cuadros son muy tropicales, y es que ahora veo con mucha luz.

¿Por qué cultiva más la escultura?

Cuando uno coge un material inerte, por ejemplo el barro, un tronco de árbol, una piedra o un bloque de cemento, y lo transforma con sus criterios, herramientas y habilidades, y ese material va ganando nobleza, sensibilidad, yo me siento bien, me satisface mucho, porque ahí está la magia del artista, que es capaz de hacer creer que hay una superficie blanda, cuando se trata de bronce.

¿Cómo se prepara para hacer una escultura?

Analizo bien el personaje, su manera de ser, de actuar, sus fotos, incluso construyo su imagen con planos de luces y sombras. Paso semanas investigando y hasta que no tengo definida la psicología de la persona no empiezo a trabajar. Porque la escultura es expresión, actitud, forma. Si tú no haces una pieza que sea capaz de trasmitir un sentimiento humano, que sea capaz de conmover, a esa pieza le falta algo, que es la comunicación.

¿Qué sensaciones experimenta durante el proceso de creación de una escultura?

Cuando yo me encuentro frente al barro tengo la sensación de que voy a entablar una batalla. Es un desafío entre el material inerte y yo, y empiezo con fuerza tenaz a volcar todo el material contra una estructura. Luego replanteo la pieza, voy moviendo la arcilla de un lugar para otro, le pongo donde le falta y le quito donde le sobra. Ahí es cuando llega el juego, el entretenimiento. Después, si en algún momento planteo un elemento y no logro lo que busco, entonces me invade una angustia que no me deja a veces ni dormir. Pero siempre va a haber una solución, y ella aparece cuando menos lo esperas. Después, al darle los retoques a la pieza, pulirla y trabajar los detalles, entonces empiezo de nuevo a disfrutarla.

¿En qué medida sus esculturas son reflejo fiel de la realidad o son fruto de su imaginación?

No todo lo que está en el modelo yo lo plasmo en la escultura y a veces pongo cosas que no existen realmente. He allí donde está el factor hombre-artista. La escultura en sí nunca va a ser un hombre por muy semejante que tú la hagas. Eso sí, la escultura es extraída de la realidad y la realidad, la naturaleza, se podrá imitar, pero nunca se podrá superar.

¿Por qué decidió hacer esculturas de personajes populares de Sancti Spíritus?

Vivir en Sancti Spíritus es un privilegio para mí. Vivo enamorado de la ciudad, de su arquitectura, sus lugares y, sobre todo, sus personas sencillas que han forjado una cultura y permanecen en la memoria colectiva. Yo quise inmortalizar de una manera más palpable esos hombres humildes, de pueblo, muy queridos, como Francisquito y músicos reconocidos como Gerando Echemendía (Serapio), Miguel Companioni y Teofilito. La gente ha apoyado mi proyecto, lo ha acogido con entusiasmo y cada día doy nuevos pasos en ese anhelo de que el centro de mi ciudad se convierta en una verdadera galería a cielo abierto.

¿Es, entonces, un artista realizado?

Me he mantenido durante tres décadas con trabajo, encargos, y siempre hay alguien que se interesa por mi obra. Me enorgullece haberme mantenido tanto tiempo con tanto trabajo. Pero quiero seguir creando, experimentar con otros materiales, conocer otros métodos. Así que me siento contento, pero estoy resuelto a seguir desafiando el futuro.



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